Ninguna sorpresa

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Lo que se temía que podía pasar, pasó: Gimnasia fue gravemente perjudicado en su visita a Olavarría y Luna. De cinco partidos en el torneo, al Lobo ya lo perjudicaron la mitad.

Cuando salió la designación de los árbitros para la fecha 5 de la Liga Profesional, la reacción de todos los hinchas triperos fue la misma. “¿Lamolina? Uhhh, que complicado va a estar…”. Y nadie se equivocó. El juez nacido en San Fernando se equivocó muchísimo ayer en cancha de Barracas, y lo hizo siempre en contra de Gimnasia. El gol del local, dos anulados al tripero y una roja no mostrada en el anfitrión, en el ojo de la tormenta.

Todo comenzó pasado el cuarto de hora. Lamolina cobró una mano a Guillermo Enrique, que no era. El lateral derecho tenía su brazo pegado al cuerpo, lo que claramente cumple con la premisa de no ocupar un espacio anti-natural de su brazo. De ese tiro libre mal sancionado, vino un despeje y un córner. De ese tiro de esquina, el Lobo perdió las marcas y Arce puso el 1-0. En aquel momento pasó inadvertido, pero de entrada el juez condicionó al elenco albiazul. Luego, anuló bien un tanto para el local, lo cual es válido marcar porque luego se podrá diferenciar con el gol anulado al tripero.

Puig se fue mano a mano con Durso, definió, la pelota rebotó en su brazo y después de un enganche, el volante albirrojo definía y ponía el 2-0. Como fue una mano directamente previa a su definición, aunque fue involuntaria, el gol debe anularse. Así lo indica el reglamento. No se puede anotar un gol inmediatamente después de tocar el balón con el brazo, sea involuntario o no. Y lo peor vino en el complemento.

Corría la media hora, cuando Dattola, defensor del local, fue directamente a pegarle a Benjamín Domínguez. La pelota estaba en otro lugar -más adelante- y el zaguero fue con los dos pies para adelante ante el juvenil Mens Sana. Si lo agarra afirmado, estaríamos hablando de una desgracia mayor. Así y todo, Benja debió saltar a su oponente, y se retorció de dolor. El árbitro mostró solo la amarilla, y desde el VAR manejado por Leandro Rey Hilfer parecieron estar mirando una película. Nadie llamó.

A los 39′, Benjamín Domínguez corrió por la izquierda, la peleó, se llevó la pelota y tocó para atrás. La tomó Tarragona, quien se acomodó y clavó la pelota en el ángulo para el 1-1. El VAR ahora se despertó y llamó al juez por una mano de Benja. Que efectivamente fue. Involuntaria, pero fue. Ahora bien, el tanto no debió anularse, como sucedió. Es que el reglamento marca que si un jugador la toca con su mano, por accidente, luego da un pase y otro compañero define, el gol es válido. No como el del local, que definió el mismo futbolista que la tocó con el brazo. Otra vez perjudicado el equipo de Chirola.

Y en el final, como si esto fuera poco, otro gol anulado. Comba la metió adentro y Morales convertía, pero sin que el juez de línea levante su bandera, Lamolina cobró offside. ¿Era? Muy difícil saberlo. Iván Tapia había quedado tirado, salió tarde y parecía habilitar. Pero el VAR hizo la sencilla: trazaron las líneas como quisieron, anularon el gol y volvieron a beneficiar a los muchachos dueños de casa. Párrafo aparte, para el procedimiento arbitral: el árbitro cobró por su cuenta la posición adelantada, ya que en televisión no se vio a su compañero levantar el banderín. Un papelón.

No hubo tiempo para más, y gracias que no hubo más tiempo. Gimnasia fue gravemente perjudicado en su visita a Olavarría y Luna, como se preveía que podía suceder. El Guapo no había ganado de local aún, en el torneo, y le tocó hacerlo ante los triperos y bajo un aluvión de ayudas. Igualmente, calma: Nicolás Lamolina seguramente sea parado, Federico Beligoy (titular del colegio de árbitros) reconocerá sus errores y todo seguirá como si nada. Al Lobo, ayer, lo privaron de sumar en Capital.