Fue la maldita policía

El club Fútbol Fútbol profesional Triperomaníacos

Gimnasia entero es víctima de los hechos suscitados por una represión feroz efectuada por la policía bonaerense. La maldita policía se cobró la vida de César Regueiro e hizo vivir una auténtica pesadilla a los hinchas. Crónica, de una noche de terror.

Pasan las horas y aún más difícil es describir el infierno que vivieron los hinchas de Gimnasia en la jornada de ayer luego de que se suspendiera el partido entre Gimnasia y Boca a los 9 minutos de juego por la brutal represión de la policía bonaerense que se cobró la vida del un hincha, César “Lolo” Regueiro fue a ver al Lobo, ilusionado como tantos triperos, junto a su familia. No volvió. La seguridad a cargo del partido y los médicos del SAME lo dejaron morir asfixiado por los gases lacrimógenos.

Nos mataron, nos golpearon donde más nos duele . El Bosque estaba preparado para vivir una fiesta, incluso se comprobó oficialmente que el club solo vendió un total del 3354 generales, menos de las que le habilita AFA habitualmente. Motivo por el que la excusa de la sobreventa que denunció el titular de Aprevide, Eduardo Aparicio quien impunemente había arrojado la cifra de 10 mil hinchas esperando para entrar a las afueras quedó desestimada.

Faltaban poco más de 20 minutos para el comienzo del partido y los accesos al Juan Carmelo Zerillo ya habían sido cerrados, de a poco los responsables cocinaban la masacre. Cientos de hinchas triperos aguardaban para ingresar a la tribuna que daba a 60, la que daba a Centenario y más aún a la Platea Néstor Basile. Carnets y entradas -en algunos casos- en mano. El operativo no se los permitía.

“Nos pusieron en fila, con la falsa promesa de que si nos formabamos íbamos a entrar de a uno cuando el equipo empezaba a salir a la cancha. Les hicimos caso. Ahí dos milicos nos tiraron gas lacrimógeno”, relató Antonio una de las víctimas de la represión. “Yo comí un poco de gas y me fui a 1 y 60 a buscar mi auto para irme, iba a ser imposible entrar, infierno sufrieron los que estaban adentro”. Nos contaba.

En infierno en primera persona

Como periodistas tenemos el compromiso de narrar los hechos, de contar la verdad, de transmitirla. Pero era difícil trabajar con el nerviosismo. Iban 9 minutos de juego cuando Guillermo Enrique sacaba la pelota al lateral, una nube de gases lacrimógenos entraba de afuera hacia adentro e invadía el campo de juego. La Bonaerense ya había detonado balas de goma contra los hinchas del Lobo, los perseguían en las afueras del estadio. El partido se suspendía, la nube se nos avecinaba. Entre todos tratabamos de organizarnos para escaparle, César Regueiro aún estaba vivo.

En los jardines del Bosque reinaba la desesperación. Niños, adultos mayores, discapacitados, mujeres, hombres, una masa de gente ahogda, con vómitos, estupefacta tratando de ubicarse en una “zona de guerra”. Sí, de guerra, porque la Bonaerense había hecho de un estadio la mismisima Franja de Gaza. Como periodistas, quien escribe, como el resto de nuestros colegas quedamos estupefactos. Todo se trató de organizar a la gente para que fuera a los baños a refugiarse, al buffet, o donde pudiese. Calmar a los más chicos diciendo que había que resistir, que iba a parar y dirigirlos a una canilla que para muchos fue un oasis en un desierto.

Después de vomitar, luego de un nuevo ahogamientos producto de una segunda nube de gas lacrimogeno que llegaba de otro costado nos reencontramos con distintos colegas. Apenas habían abierto las puertas, pero los que salían se encontraban con una trampa por parte de los encargados de nuestra seguridad que los atacaban a balazos de goma. Decenas de internados producto de esa infame represión, que solo querían vovler a sus hogares con su familia.

En medio de la locura, los jugadores. Aquellos que trabajaron toda la semana para regalarle un triunfo a los hinchas del Lobo ahora corrían desesperados a buscar a sus familias y darle agua a todos los que podían. La zona mixta, nuestra zona de trabajo donde tantas veces los entrevistamos pasó a ser un refugio para los que -con motivo- tenían miedo de salir a la calle por los disparos que no cesaban.

La desesperación de Eva Pardo, la fotografa del club, Ramón Sosa, Guillermo Enrique, Nicolás Contín, Franco Soldano buscando a sus seres queridos fue la de todos los presentes.

El día después

Nos volvimos del Bosque tristes, no dormimos, como todos. La noticia la supimos en el cierre de la jornada de trabajo. Un fallecido. Perdimso a César “Lolo” Regueiro que había ido a vivir una fiesta con su familia y fue víctima de la maldita policía.

Regueiro salió, como pudo de la Platea Néstor Basile. En ese momento sufrió una descompensación, como tantos otros que me tocó ver en lso jardines del Juan Carmelo Zerillo triados, descompensados, vomitando. Él se fue quedando sin oxígeno, para su fortuna un bombero voluntario se puso a asistirlo. Pidieron a gritos una ambulancia para trasladarlo, no se inmutaron. El SAME no actuó.

La policía le tiró una granada de gas lacrimogeno al lado del bombero que loa sistía, la asfixia fue total. Regueiro falleció. Perdón, no falleció, fue asesinado. Nos mataron a uno, nos mataron a todos.

El día después los expuso a todos. El aprevide conducido por Aparicio decía que había 10 mil perosnas afuera, era mentira. Gimnasia no sobrevendió, ni siquiera temrinó de vender las ngenerales que AFA le habilitó. Puede gustar o no, pero Gabriel Pellegrino no mintió, la policía fue la responsable.

“No podemos dejarlos pasar, porque tenemos ordenes”, le dijo un efectivo a una jubilada en la puerta de la Néstor Basile “¿ordenes de quièn?, no podemos decirle”. La respuesta es terrorífica. Las cabezas a cargo del operativo rodaron. ¿Pero la de Berni?, Kicillof dio un conmovedor discurso y repudió lo sucedido, pero no actuó como su cargo lo requiere. Eos lo convierte en cómplice de la impunidad.

Berni sigue en su cargo, aún minimizando lo ocurrido y para colmo responsabilizando a un club que fue victima de una masacre. Julio Garro aprovechó la movida para sacar rédito político y jugar para el Estadio Ciudad de La Plata. Los estadios no matan señor Intendente, es la policía. La maldita policía de siempre.

Los hinchas unidos, marcharon, los sectores políticos, dirigencia incluída irán hasta las últimas consecuencias en busca de la justicia. Gimnasia está unido, si tocan a uno de nuestra manada nos tocan a todos.

Hoy estamos tristes, unidos, pero tristes. Hoy nos falta Lolo. Hoy el Bosque tiene un ángel que lo cuidará por siempre desde el cielo. Ese Bosque que nos cuidó pide a gritos no ser abandonado, esa gente que quieren responsabilizar fue la que con un comportamiento ejemplar evitó una tragedia aún mayor. Y nuestra responsabilidad, como comunicadores, es dar testimonio aún en tiempos difíciles.

¡Justicia por Lolo Regeuiro!, ¡Nunca más! y castigo a todos los responsables.