En un equipo que no logró lastimar en ofensiva como venía acostumbrando y se quedó sin el objetivo de Sudamericana la actuación de Rodrigo Rey terminó siendo el punto valorable de la jornada.
Gimnasia vuelve para La Plata con una sensación de vacío enorme. No alcanzó para clasificarse a la Copa Sudamericana, Racing y Unión ganaron sus respectivos partidos, por lo que un triunfo del Lobo no hubiese bastado para cumplir el objetivo. Pero la bronca principal radica en el cómo, ya que Gimnasia no le pudo ganar a Patronato.
Sólo los primeros minutos de fútbol lo mostraron como un equipo peligroso, metiendo al rival de turno contra su arco. Pero todo pareció desmoronarse cuando a los 12 minutos de la primera mitad Luis Miguel Rodríguez marró su tercer penal en el Lobo. Mansilla adivinó el palo y su intención y a diferencia de otros partidos ni el futbolista ni el equipo pudieron reaccionar.
El Lobo fue un equipo mal parado, que dejaba espacios para las contras del rival, que en el primer tiempo dependió de la magia y la garra de Brahian Alemán y que hasta pareció olvidarse de Johan Carbonero en La Plata.
Al equipo que no demostraba química defensiva, llegó a la última fecha con cinco bajas en el fondo, lo salvaba su arquero Rodrigo Rey. Primero siendo héroe al contenerle un penal a Junior Arias y luego sacando dos pelotas de gol claras para el conjunto local. En el complemento el fondo ajustó un poco, creció la figura de Palazzo, pero el nerviosismo y la imprecisión le daba lugar al local para seguir probando al guardameta que siempre se mostró seguro y siempre respondió.
Un correcto ingreso de Lucas Licht, probablemente el último, y las ganas de los pibes –Chávez y Torres- alcanzaron para ilusionar al equipo con, al menos, volverse con los tres puntos. Las conclusiones una vez caído el telón son positivas. Pipo agarró un equipo que pensaba en la permanencia y miraba al futuro con incertidumbre y lo transformó en otro ambicioso. ¿Tarea a futuro?, potenciar en corto plazo lo logrado en un par de meses.