El camino está claro

Editorial El club Opinión

Carlos Timoteo Griguol nos dejó físicamente, pero deja un legado imborrable y muy importante. Un legado repleto de enseñanzas, de consejos, de ejemplos, que Gimnasia debe retomar pronto. Hasta siempre, Viejo.

Año 1994. Atrás habían quedado la gloria en Rosario, y sobre todo en Caballito. Haber pasado por una de las escuelas de nuestro fútbol, como lo es River, también era parte del pasado. A punto de finalizar el mes de octubre, Griguol llegaba a un Gimnasia alicaído, que divagaba entre la mitad y el fondo de la tabla. “El equipo no venía bien, pero pedí que me dejaran analizar las instalaciones. Estaban excelentes, así que acepté“, dijo tiempo atrás. Comenzó la época dorada.

Un invicto de seis partidos depositó al equipo en la mitad de la tabla. Llegó el Clausura ’95, el equipazo con Noce, Morant, Ortíz, Pereyra, Dopazo, Bianco, Larrosa, Yagui y sí, los Mellis. Y muchos otros más, claro está, que injustamente no estoy nombrado. Torneo enorme, pero final a las puertas del cielo. Clausura ’96, otra tremenda escuadra, el 6-0 a Boca e injustamente a la orilla en el final. Apertura ’98, otra vez. En el medio, por lo general, enormes campañas. Junio del ’99, final del primer ciclo, y paso a Betis, España.

Pero retorno rápido a casa. Para el Apertura 2000, en julio de ese año, estaba de vuelta. Y otra enorme campaña, posicionándose detrás de Boca.  En medio, paso breve por Unión en 2002 y retorno en 2003. Tercer ciclo. Junio de 2004, su último partido. En el medio de esos 10 años y además de los subcampeonatos, clasificaciones a copas constantemente, ventas millonarias a Europa, jugadores surgidos de las infereriores que llegaron al máximo nivel futbolístico apadrinados por él, Estancia Chica hecha un lujo. Todo eso, fue Carlos Timoteo Griguol.

Pero fue mucho más, en realidad. Fue acostumbrarse a buenas campañas, a pelear campeonatos, a clasificar y jugar Copas Internacionales. Fue manejarse con sus dirigidos de una manera paternal inolvidable. “Primero la casa, después el auto. Ni se te ocurra un auto antes que la casa o el departamento”. “Ponete a estudiar, hacé algo. Una carrera universitaria, un terciario, algo. ¿Después del fútbol qué vas a hacer?”. “Anotá todos los trabajos que hacemos. Si en el futuro vas a ser Técnico, ya te tenes que empezar a mover”. Un amigo, un padre, un docente.

Griguol era ver el Bosque a reventar cada fin de semana para ver equipos que jugaban realmente bien. Era salir a tomar el tren a cualquier hora, para copar las tribunas visitantes de Estudiantes, Ferro, Racing, Boca, River, Vélez y la que se pusiera enfrente. Era caravanas interminables. Alegría. Era llegar a Estancia Chica, temprano en la mañana, y que esté subido al tractor cortando el pasto. Era la gorrita de Alarmas X28 o de Fideos Manera. Era poner a los jugadores a sembrar las canchas del predio, mientras les explicaba cómo debían valorarlo al disfrutar de su posición de privilegio.

Timoteo era pedirle el boletín a los jugadores juveniles que recién subían a Primera. Y sino, que le pregunten a Chirola y Messera, que se perdieron partidos por haber traído notas bajas en el colegio. “Para los chicos no tiene que ser ‘no estudies porque vas a jugar al fútbol’. No. Primero la escuela, y después el fútbol“. Timo era un formador. Un maestro del fútbol, pero también de la vida. Lo sabía todo. Un verdadero adelantado.

Era jugar con línea de 3 o de 4. Con uno o dos números 5. Con uno o dos número 10. Era hacer resurgir futbolistas cambiándolos de posición y apoyándolos. Era “si no hay jugadores mejores a los que tengo, no traigan a nadie“. Era potenciar las inferiores al máximo. Era apoyar a los pibes que luego se vendían. “Pero al chico hay que venderlo bien, hay que hacerlo valer. Que se forme acá pero que se vaya a Europa, no a cualquier lado“. Era una máquina de potenciar y mejorar futbolistas.

Con Griguol, en los ’90 sobre todo, Gimnasia creció, como nunca y de verdad. Estaba ordenado, vendía bien, compraba mejor, las inferiores no paraban de subir futbolistas y Estancia Chica estuvo reluciente como nunca. Ahora, lamentablemente sin el Viejo, es momento de hacerle el mejor de los homenajes, y retomar ese sendero. El de un hombre que le cambió la mentalidad a todos. A las generaciones anteriores, a las de la época, y a los que vinieron después y escucharon o escuchan hablar de él.

El “Manual Griguol”, ese libro que no está impreso pero que los hinchas conocen a la perfección, debe ser la guía de la institución, en cuanto a fútbol y educación se refiere. Esas épocas se extrañan mucho. Se extraña todo lo que Timoteo hacía, decía, formaba, enseñaba. Se extraña todo. Y  de ahora en más, también se lo extrañará a él. Pero solo muere quien es olvidado: y uno de los máximos ídolos del Lobo, jamás debe quedar atrás.

Hoy, como lo hacían sus jugadores, el pecho lo ponemos nosotros. Que descanse en paz, Maestro Cordobés. El camino que usted dejó, está claro y es el correcto.