Con el corazón del piberío y tramos de buen fútbol, Gimnasia cerró la Superliga venciendo a Newell’s por 2 a 0. Los goles fueron obra de Nicolás Ortíz, en la noche de su debut, y Ezequiel Bonifacio. Una noche llena de emociones que terminó con una sonrisa.
El Lobo no pudo cerrar mejor el campeonato. Con un gran triunfo que quedará en la retina del triperío por todo lo que se vivió, Gimnasia le ganó a Newell’s y se esperanza de cara a lo que viene, a la espera de su nuevo entrenador Pedro Troglio quien estuvo presente en el Bosque.
En un partido reñido y disputado, el Lobo siempre fue algo más que su rival, logrando reflejar ello en el cierre del primer tiempo. Un gran centro de Faravelli a través de un tiro libre encontró en soledad a Nico Ortíz, que con un gran zurdazo fusiló a Ibáñez y abrió el marcador, en un gol demasiado especial. Su papá lo hizo debutar, y justamente en su presentación en la máxima categoría se anotó en la red, como si fuera un cuento.
En el complemento, el conjunto albiazul salió decidido a cerrar el partido pero no podía encontrar ese gol de la tranquilidad, que finalmente llegó a los 37′. Un excelente pase de Alemán encontró a Bonifacio, que pisó el área y sacó un derechazo inatajable para ponerle fin al juego y estampar el 2-0 definitivo.
Fue victoria tripera, el hincha de Gimnasia deliró en 60 y 118 y ovacionó, muy merecidamente, a Hernán Darío Ortíz, quien visiblemente emocionado por todo lo vivido y sucedido de un tiempo a esta parte, respondió con aplausos acercado por los propios futbolistas hacia la tribuna centenario.