No hay dudas que el apellido Casamiquela es sinónimo de vóley y de Gimnasia. Una historia que comenzó hace más de 50 años cuando Rodolfo y Alicia se conocieron en las instalaciones del club y que a base de amor, garra, sacrificio y pasión llevaron el vóley nacional y a Gimnasia a lo más alto. Hoy se vuelve a escribir una página que tiene como protagonistas a dos mujeres de la familia, cuatro veces campeonas nacionales: Alicia y Paula.
Con tan solo 14 años y contra los estereotipos de la época, Alicia Caporali comenzó a jugar al vóley en la escuela. A su madre no le gustaba la vestimenta porque no era femenina y otros la juzgaron por practicar un deporte reservado a hombres. “Nunca me importó”, repitió en más de una entrevista y destacó que a pesar de todo siempre se sintió apoyada. Sin saberlo, estaba iniciando un camino que la convertiría en un emblema del vóley en todo el país.
Estaba entrenando en el Poli de 4 y 53 con un incipiente equipo de Gimnasia cuando conoció Rodolfo Casamiquela y nunca más se separaron, ella tenía 15 años y él 19. Rodolfo inició su carrera como dirigente y llegó a ser un hombre muy respetado en la Federación de Vóley Argentino. Alicia, después de desempeñarse como jugadora comenzó a dirigir al plantel de vóley femenino del club, que más tarde tendría identidad propia bajo su conducción: Las Lobas. Los hijos, Hernán y Paula, también siguieron el legado de sus padres como no podía ser de otra manera, él como árbitro y ella como jugadora.
Mucha agua pasó debajo del puente. Pasaron años gloriosos para las Lobas quienes se consagraron campeonas de la Liga Argentina en tres oportunidades de la mano de Alicia y con Paula como jugadora, quien más tarde agarró la conducción del equipo y se mantiene como técnica en jefe. En 2015 Gimnasia y el vóley sufrieron la partida de Rodolfo, una pérdida devastadora pero con un legado eterno. Hernán llegó a dirigir en los Juegos Olímpicos, cumpliendo con un sueño trabajado durante años. Y hoy, nuevamente otra copa para Las Lobas con las Casamiquela en el banco.
Alicia nunca se fue de Gimnasia. Desde que dejó la conducción del primer equipo en 2013, se convirtió en consejera y abuela de todas las chicas que pasaron por el club. Este título es de ella también porque siempre estuvo bien cerca, apoyando, retando, marcando aciertos y errores, felicitando, conteniendo, siempre fiel al compromiso que asumió hace más de 40 años de enaltecer al deporte femenino. Siempre se la pude ver bien al lado del banco, reclamando a los árbitros, intercambiando opiniones con Hernán, dándole indicaciones a las jugadoras, viviendo cada partido con mucha intensidad lamentando las caídas y celebrando los triunfos. Todavía pasa horas y horas en el club, todavía aconseja a Paula, aunque ella le dio su propia impronta al equipo, todavía es una Loba.
Paula cumplió un sueño, el que le faltaba, aunque ahora va a ir por más. Una entrenadora de tiempo completo que lleva el vóley en la sangre, que a pesar de los malos años y las malas campañas, de las lesiones y las pérdidas, acompañada de otras dos Lobas de oro, Marcela Re y Milagros Cova, se puso un objetivo y lo logró. Habló con las jugadoras quienes asumieron el compromiso de dar todo y lo lograron, le ganaron a todos desde enero hasta abril, de local y de visitante. Fueron las mejores una vez más, 14 años después.
Los Casamiquela lo hicieron una vez más, volvieron a escribir una página gloriosa en la historia del club y del vóley. Contra viento y marea a base de sacrificio, entereza moral y sobretodo, humildad. Dos mujeres que lograron la confianza y el reconocimiento paso a paso y sin perder de vista los valores.
“Mamá, papá, este es su legado”, exclamó Paula entre lágrimas con la cuarta copa de Liga Nacional en sus manos en un Poli que explotaba de emoción.
Por Jessica Noguera – @noguerajessy
Foto: Agata Natale