La pobre derrota de Gimnasia ante River, en la opinión y la pluma de Daniel López. A continuación, un nuevo capítulo de #LaClaseDelProfe.
En 1944, José Dames y Horacio Sanguinetti le dieron vida a Nada, uno de los tangos más cantados y reversionados de la historia. En un tramo del mismo, la letra nos dice: “nada, nada más que tristeza y quietud, nadie que me diga si vives aún”. Este tango, y especialmente este párrafo, representan casi a la perfección lo que para mí, fue Gimnasia ante River el sábado por la noche en el Monumental.
Ordenado estuvo el equipo de Alfaro en la primera mitad. Ordenado y cauteloso. Muy cauteloso. Sobre todo si se tiene en cuenta que frente suyo tenía a un River casi “outlet”. Aunque esto no es lo realmente criticable, pues a pesar de que Los Millonarios miran lo que vendrá más que nadie, siguen siendo River, o sea, uno de los equipos más importantes del medio, y eso, se notaba en cada jugada, en cada mano a mano. Lo que a los locales le costaba hacer, a los visitantes les costaba al doble. Sin embargo, está el otro lado de las cosas, el lado rebelde, el que impulsa a ir por más, a dar el gran golpe, a patear “el tablero”. El lado que evidentemente Gimnasia no vio, o no pudo ver. Aunque mejor sería decir que ese es el lado que este equipo aún no puede ver.
Por eso no es criticable que Gimnasia haya tomado tantas precauciones. Tampoco se le puede echar en cara que ni Oreja ni Licht no pasaran casi nunca al ataque. Yendo al lado más realista de las cosas, hay que decir que fue acertado el planteo del entrenador.
Se fue el primer tiempo sin grandes sacudones ni jugadas electrizantes. Con Meza lejos del nivel del partido anterior, y con Rinaudo (¡que bien le haría a Gimnasia que se quedara!) debatiéndose una vez más entre la marca y la creación, al Lobo le fue imposible llevar peligro hasta el arco del ovacionado Barovero.
Cuando la segunda mitad amagaba con no dejar nada, Ponzio lanzó un lindo centro con pelota en movimiento y rosca. El veterano Alonso, que estaba donde tienen que estar los centrodelanteros, sin demasiado esfuerzo se elevó, y con su marca encima, así, como quien no quiere la cosa, metió un perfecto cabezazo lejos de Bologna que otra vez, fue uno de los mejores del equipo. Un gol de manual, con un centro bien enviado, con un cabezazo perfecto, pero con una marca débil y mansa. Y fue esa jugada -la del gol- el fiel reflejo del partido. Partido que River ganó, principalmente por jugar más cerca del arco rival que Gimnasia. Un Gimnasia que de a poco se fue resignando, y refugiándose cerca de su valla.
Si bien el final del torneo está cerca, y Alfaro lo espera más que nadie, esta actuación preocupa. Y preocupa por el sólo hecho que la mayoría de estos jugadores permanecerán en el plantel. Lo desarrollado por Gimnasia en la cancha de River no dejó nada, lamentablemente. A este plantel le falta jerarquía individual. Y le estaría haciendo falta algo de renovación en puestos clave. Si sigue como hasta ahora, seguramente va a dejar producciones como ésta. Producciones de las que no se puede rescatar mucho, o simplemente nada.
Por Daniel López – @ElProfesorLópez
Foto: Demian Alday