Llega un nuevo clásico, y con él una nueva ilusión. Gimnasia visitará nuevamente el Estadio Ciudad de La Plata con el objetivo de darle la alegría del año a su gente.
Llegó la hora, Lobo. Si, todos coinciden que vas “de punto”, pero también todos sabemos que cuando empieza a rodar la pelota, lo que ocurrió fechas atrás, queda ahí, en el pasado. Como no hay que pensar demasiado en lo negativo que sucedió en éstas últimas semanas, tampoco nos vamos a agarrar de lo mucho que se hizo bien en este año 2015. Imposible que en la previa, por más que le demos muchas vueltas al asunto, sepamos como se va a dar el partido. Por eso, vamos a abrazarnos al sentimiento y a la ilusión. Eso sólo depende de nosotros.
Fabian Rinaudo, símbolo dentro y fuera de la cancha, dijo hace unos días: “El domingo nos jugamos la ciudad”. Me permito disentir con Fito. Gimnasia no se juega la Ciudad, porque en ésta última década, sólo ganó dos clásicos, y basta con caminar un poco por las calles platenses para darse cuenta que a pesar de que fueron años adversos para todos nosotros, las diagonales siguen siendo azules y blancas. El orgullo de llevar estos colores, claramente no está en juego si La caprichosa, como llama Quique Wolf al balón, entra o no bajo esos tres palos.
Ojo, las palabras de Rinaudo fueron totalmente entendibles y demuestran como éste capitán sin cinta va a disputar el encuentro, pero Gimnasia se juega mucho más. Tiene una cita con la historia. Es la oportunidad de empezar a cicatrizar heridas que aún no se cierran, y que quizás nunca lo hagan. El Lobo pondrá en juego la alegría de su gente. Una alegría que merece, que necesita.
“Como un mendigo un poco de pan, como un ciego imaginar, te necesito…”, dice una reconocida canción. Así llega Gimnasia a este clásico platense que debe ser bisagra. Su entrenador, Pedro Troglio, fue claro en la semana: “Necesito esta alegría”. La gente también. Y, quizás, aún más que el DT albiazul.
La justicia no existe en el fútbol, eso está claro. O por lo menos, que se haga, depende de los protagonistas. Once hombres saltarán al campo de juego vistiendo una camiseta blanca, con ancha franja azul cruzando el pecho, el corazón. Son los elegidos para quedar en la historia. En nueve años de numerosos clásicos disputados en 25 y 32, el Lobo nunca pudo salir airoso de este recinto. Haciendo las veces de “local”, algo que nunca fue, como así también de visitante, condición que año a año, por suerte, se consolida aún más. Como decía al principio de esta nota, llegó la hora. Miles de almas que merecen un triunfo que ponga justicia a tanta fidelidad y dignidad. Miles de almas representadas en once elegidos.
Ojalá el domingo nos encuentre con una gran sonrisa dibujada en la cara, una sonrisa que maquille algunas marcas que el pasado nos dejó. De las que seguramente hayamos aprendido algo. Lobo, “…no le falles a tu gente, la que siempre te acompaña, la que siempre está presente…”. Y lo seguirá estando.
Por Pablo Villarino – @PabloLV22